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octubre 14, 2020 11:28 am
No dejemos caer La Araucanía
Juan Sutil, Presidente CPC
Cristián Goldberg, Presidente Desafío Levantemos Chile
Una región tan rica en tradiciones y cultura, con una geografía de clase mundial, con enormes oportunidades para llevar a cabo proyectos ambiciosos de turismo, encadenamiento productivo, energías limpias, gastronomía y sobre todo con comunidades ancestrales y de gran valor para nuestro país. Sin embargo, vemos cómo día a día se desploma y se quema; se sumerge en oleadas interminables de violencia y polarización donde nadie avanza y nadie gana. Hemos visto en nuestro trabajo conjunto, que son miles los habitantes de esta tierra, mapuche y no mapuche, chilenos, mestizos y extranjeros, que quieren sumar un grano de arena en esta extraordinaria región.
Pero hoy esto no es posible. No se dan las condiciones, no se dan las garantías mínimas de seguridad. Nos consta que todos los habitantes de esta región viven sumidos en la más profunda desprotección y, lo que es peor, en una desesperanza crónica, cuando debiese ser todo lo contrario. Hoy La Araucanía y su gente están desoladas.
En nuestros numerosos viajes a la zona, hemos visto la enorme disposición de las comunidades a trabajar y a salir adelante, personas de esfuerzo y buena voluntad que solo quieren una oportunidad para progresar, vivir mejor, y en definitiva, ser feliz. Pero hoy eso es imposible. Cuando se vive preso del miedo y la violencia, cuando no se tiene certeza de nada, cuando se pierde la confianza en todo, en el imperio de la ley, en el estado de derecho y se queda a la deriva, es difícil avanzar. No se trata de hacer aquí juicios lapidarios en contra de nadie, pero no por eso nos quedaremos en un silencio cómplice y complaciente que solo ayuda a profundizar el problema y aumentar las distancias y desconfianzas.
La Araucanía arrastra temas de cientos de años que no serán resueltos por decreto, lo que no quiere decir que se deban aceptar situaciones que son derechamente inadmisibles. En un territorio que hoy está más cerca de un espacio sin Dios ni ley, es hora de tomar decididamente cartas en el asunto y llamar las cosas por su nombre: terrorismo al terrorismo, propaganda a la propaganda, narcotráfico al narcotráfico, y comenzar a hacer los cambios legales y políticos que se debieron haber hecho hace muchos años.
En primer lugar, es necesario reconocer constitucionalmente a nuestros pueblos originarios y otorgarles ciertas garantías básicas de protección. Resulta inentendible que las tierras otorgadas a los pueblos mapuche vengan con restricciones y prohibiciones de gravar y enajenar. En otras palabras, no pueden disponer libremente de sus inmuebles como lo haría cualquier ciudadano de Chile.
Inentendible también es la precaria situación de las 700 escuelas rurales de la región que se encuentran en un estado deplorable y que solo aumenta las brechas de inequidad, relegando a la región a los mayores índices de pobreza y vulnerabilidad del país.
Urge erradicar la violencia contra agricultores que enfrentan ataques cobardes día a día y que los obligan a dormir con chalecos anti balas para proteger a sus familias. ¿Qué estamos esperando? ¿Que se desate una guerra civil como consecuencia de la falta del estado de derecho? Porque no nos engañemos: en La Araucanía hace rato que tal concepto es solo una ilusión. Y lo más paradójico es que son mayoritariamente los hombres y mujeres de trabajo, por lo general los más vulnerables (mapuche y no mapuche) los que inexplicablemente perdieron el derecho a vivir en paz. Cómo no vamos a ser capaces de garantizarles al menos eso. Irse a dormir sin miedo a que los quemen vivos, les disparen o prendan fuego a toda una vida de esfuerzo.
La historia y el sentido común nos enseñan que la polarización suele ser peligrosa y que se debe ceder en orden a lograr el mayor bienestar común. Ha llegado la hora de representar a todos los habitantes de La Araucanía, visualizar su dolor y desesperanza, dejar los slogans políticos y ponernos manos a la obra.
Hoy hay iniciativas en la región que debieran profundizarse fomentando el emprendimiento con encadenamientos productivos, construyendo escuelas y programas educativos de primer nivel, rescatando la cultura y el idioma. Pero para ello se requieren ciertas condiciones mínimas necesarias. ¿Estamos dispuestos a darlas? ¿O seguiremos paralizados por miedo a que un pequeño grupo (aunque muy poderoso) se tome la agenda y nos imponga su ideología de violencia y destrucción? Al menos nosotros nos rehusamos a eso. Seguiremos trabajando con más fuerza y convicción que nunca para levantar La Araucanía y verla en el sitial que le corresponde. Seguiremos trabajando en la zona con sus propios actores, construyendo juntos propuestas, proyectos y programas concretos de alto impacto. Solo necesitamos las condiciones mínimas, que son el respeto a la persona y la dignidad humana, y el cumplimiento de la ley.
Depende de todos nosotros, por nuestros hijos y las generaciones que vienen, que no caiga La Araucanía. Levantémosla todos juntos.